De nuevo en el borde de la cama, mis ojos
vidriosos repasan cada recuerdo como si leyeran un libro abierto. De nuevo en
el mismo punto, con el mismo lastre que sobrecarga el interior de mi cuerpo.
¿Cómo es posible? Personas distintas, relaciones análogas. Idénticas emociones
en forma de tormenta que rasgan por dentro. Una mala fotocopia de una imagen
distorsionada copiada en otro momento.
Y ahora no queda más que el vacío de la ausencia.
¿Cómo seleccionamos a otro ser humano para
establecer una relación amorosa?
A priori, buscamos establecer una relación
satisfactoria y duradera, que permita alcanzar determinadas metas y valores, y
que satisfaga necesidades psicológicas y biológicas que aseguran el cuidado,
preservación, e integridad física y mental. Y esta idea puede cumplirse en
personas que debido a su historia biográfica y características psicológicas,
les permite disponer de vínculos que, a pesar de los conflictos, contribuyen a
su estabilidad, al sentimiento de seguridad y a dicho equilibrio
psicobiológico. Sin embargo, no siempre es así…
Muchos tienden a elegir parejas con las que
construyen y repiten vínculos inestables, perturbadores, destructivos o
patológicos. ¿Por qué no impiden la experiencia dolorosa y el aprendizaje que
vuelvan a emerger las mismas configuraciones
de relación?¿por qué de nuevo atraídos por mismos rasgos de personalidad?¿por
qué con personas diferentes se repiten los mismos círculos viciosos?
Una elección no elegida
El quid de la cuestión es que no elegimos
sentirnos atraídos por alguien voluntariamente; ni elegimos las emociones que
surgen en nuestro cuerpo; ni decidimos inclinarnos por unas personas más que
por otras. No es como ir al centro comercial, comparar características de un
producto y decidir comprar o no. No somos teléfonos móviles ni televisores.
Gran parte de la dinámica de las motivaciones y
deseos que nos impulsan a preferir a alguien, son procesos inconscientes y que
no dependen de decisiones racionales. Los enlaces que llevan a una persona a
preferir magnéticamente a otra parten de la propia estructura psicológica y de
sus experiencias biográficas. De hecho,los potenciales conflictos que destruyen
las relaciones, tienen su origen ya en la elección mutua.
Algunas cualidades de la otra persona que resultan
atractivas son conscientes. Son accesibles con el pensamiento para nosotros y
forman parte de las creencias de por qué se le elige –sentimientos captados por
el lenguaje en frases como ”me atrae mucho físicamente”, ”es muy inteligente ”,
“me ofrece mucha atención y cariño”, “tenemos un sexo fantástico”, etc.–. Pero
es esencial comprender que no todas las motivaciones son evidentes: si alguien
mantiene una relación disfuncional con una persona –aparentemente– inadecuada,
seguramente significa que en otra parte de su psiquismo le está ofreciendo
satisfacción, compensando fallas y necesidades internas. Detrás de toda
motivación y deseo, existen necesidades psicológicas y biológicas, susceptibles
de ser mutuamente solicitadas y atendidas en una relación de pareja: un refugio
para sentirnos seguros y amparados, para el cuidado físico y psicológico mutuo;
un espacio de encuentro entre necesidades de intimidad, de goce sensual y
sexual; para la aceptación, la comprensión,
la atención, la admiración, la valoración…
Existe también la necesidad de huir o estabilizar
los estados displacenteros internos y que puede ser regulado en una relación.
Por ejemplo estados depresivos, de ansiedad, de angustia ante la amenaza de la
propia integridad física o mental, ante la soledad, la separación o la pérdida
de figuras significativas, o aspectos de la autoimagen que provocan
sentimientos de inferioridad, vergüenza o culpa, etc. También la necesidad de
asumir determinadas identidades: protector o protegido, cuidador o cuidado,
culpable o indefenso, admirado o admirador, devaluador o devaluado, abandonado
o abandonante, seducido o seductor, perseguido perseguidor, etc. La lista es
tan larga como experiencias vividas, son ejemplos de cómo buscamos
inconscientemente asumir determinadas identidades o roles –y que el Otro asuma
también–, ya que impactan y transforman directamente nuestra autoimagen.
La elección ocurre dentro de un espacio común de
transacciones entre dos subjetividades, dos sujetos en relación que crean un
impacto en sus sistemas de motivaciones, y en esa matriz de interacciones se
satisfacen, frustran, y transforman mutuamente, adoptando y formando
configuraciones de roles y posicionamientos recíprocos.
La repetición de patrones tóxicos: visitas de
fantasmas
Existe en ciertas personas un patrón repetitivo de
elección “no elegida” de relaciones disfuncionales en las que se reexperimenta
lo vivido en el pasado, muchas veces el mismo lazo doloroso. Freud señalaba la
existencia de este sesgo demoníaco o el eterno retorno de lo igual, en
pacientes que revivían con pesar las mismas situaciones disfuncionales o
patológicas provenientes del pasado –la compulsión a la repetición –.
La preferencia de pareja puede quedar sesgada
inconscientemente hacia personas con las que se van estableciendo
configuraciones de relaciones análogas a las experimentadas, aunque
actualizadas en un contexto y realidad presente; además, el Otro actúa desde
sus propios esquemas como “cómplice” de círculos viciosos que acaban derivando
en tóxicos.
Nuestras experiencias dentro de las relaciones van
creando un conocimiento implícito acerca de éstas, y permiten un reconocimiento
de elementos muy sutiles de comunicación emocional no verbal en las
interacciones, así como elicitar respuestas emocionales y pensamientos automáticos
ante ellas. Esta memoria implícita relacional, nos permite procesar e
identificar lo ya vivido con otra persona; y esa misma memoria es la
responsable de perpetuar los patrones que nos posicionan en determinados roles
y de disparar estallidos emocionales que a veces nos “secuestran” hasta el
punto de no reconocernos. Se borran los límites entre la realidad actual y el
pasado porque el sujeto en el presente activa al mismo tiempo los fantasmas a
los cuales ha ido enfrentado desde niño.
El cuerpo se dispara ante el“gatillo” apropiado.
Se trata de un trasvase desde el ser que en el
pasado –en la infancia, adolescencia o primeras relaciones amorosas– necesitó a
unas figurasbuscando amor, cariño, atención, calma, ternura, reconocimiento y
valoración, pero encontró negligencia en su cuidado físico, psicológico o
afectivo, y en su extremo el trauma grave por el abuso y el maltrato. Tal vez
éste sea el tipo de comportamientos que viene a la mente al lector, pero la
falla puede ser mucho más sutil y silente. Puede ser un regreso emocional a un
vínculo con poco cariño,con frialdad emocional o cierta indiferencia a
necesidades afectivas; a un vínculo excluyente y abandonante; a vínculos
devaluadores, críticos, invalidantes, persecutores, severos; a vínculos de amor
condicionado a deseos o necesidades ajenas a él; a vínculos que impiden la
autonomía, que ahogan la iniciativa y la independencia; vínculos llenos de
agresividad, desprecio…
Las perturbaciones en el vínculo con las figuras
significativas, parentales o no, empujan muchas veces alencuentro compulsivo
con ese trauma relacional vivido. Reaparecen desde la sombra de la memoria
múltiples experiencias de angustia y sufrimiento, que nos alertan en el cuerpo
sobre la amenaza del dolor psíquico, activando estrategias defensivas que en
algún momento permitieron sobrevivir y equilibrar el psiquismo, pero que en
muchos casos son disfuncionales en la relación presente. En cierta forma,
nuestras relaciones actuales pueden ser perseguidas por fantasmas de las pasadas.
Explicación de la repetición
La búsqueda compulsiva de recobrar lo vivido,
puede producirse con el objetivo de reparar las fallas emocionales, de alguna
forma una oportunidad de lograr un resultado diferente, una nueva oportunidad
de enfrentarse a roles y situaciones ya vividas, buscar enmiendas, curar
heridas profundamente ancladas en lo más profundo del ser. En resumen,obtener
un amor de la figura de apego de la forma que fue vital tener y no se tuvo.
Desde una perspectiva teórica actual, distintas
escuelas y orientaciones de psicoterapia coinciden, aunque con distinto
lenguaje técnico y perspectiva, en que la mente se estructura en el seno de las
relaciones, y que determinados aspectos sobre los modos de relacionarse, así
como la autoimagen y las expectativas de los demás quedan grabados en forma
deesquemas, que actúan de manera estable en forma de automatismos en el
pensamiento y las emociones. Esto se debe a la tendencia de nuestra mente a
conservar una continuidad y cohesión con la experiencia asimilada. Se mantiene
cierta necesidad de estar en contacto con formas de relación que son familiares
a su experiencia y que les mantiene conectados con el mundo interpersonal
conocido.
“los sentimientos dolorosos, las relaciones
autodestructivas y las situaciones de autosabotaje se recrean a los largo de la
la vida como medios de perpetuar los primeros lazos con las demás personas
significativas” (Mitchell, 1993, p.40)
Algunas veces toman los roles traumáticos como una
forma deobtener en el presente el control de situaciones que fueron desbordantes
en el pasado. En esos aspectos emocionales que se transfieren al presente, no
sólo se repiten las mismas configuraciones o posicionamientos ante el Otro,
sino que también se pueden invertir los roles: la víctima siempre aprende los
dos papeles de la situación traumática, víctima y verdugo, dos caras de la
misma moneda. Éste es el caso de las personas que, habiendo sido sufrido alguna
negligencia , se identifican con el perpetuador y repiten la escena en su conducta como una forma de obtener una identidad
poderosa, no débil, pasiva ni padeciente. En el reverso de la moneda, otra
forma de control en la transferencia es adoptar comportamientos de sumisión,
pasividad y sometimiento ante los deseos y abusos del Otro, con el objetivo de
aplacar al persecutor o incluso provocarle intencionadamente, re-actuando la
situación pero esta vez de una forma controlada y no sorpresiva, ya que es uno
quien cree ser protagonista y responsable de lo que le ocurre. Con estas
conductas masoquistas se reduce el impacto traumático, mediante la
autoinculpación y “salvando” a la figura
de apego, que, a pesar de todo, sigue necesitando.
¿Condenados a enamorarse mal?
Resumidamente, a veces ocurre que el objeto de
amor elegido no va en consonancia con atributos y cualidades, psicológicas y
físicas, que le atraen o convienen a un sujeto: puede estar cubriendo
inconscientemente a otro nivel motivacional algún vacío o compensando un
conflicto, de un aspecto que es esencial para él/ella. Por esto, no tiene
sentido decir que se elije mal y culpabilizarse: en primer lugar porque no es
voluntario, y en segundo porque las emociones se dirigen a elegir lo mejor de
lo que está disponible, para resolver parcialmente ciertos deseos y necesidades
que pujan desde dentro de una persona en un momento específico; aunque no sea
lo más adecuado para la totalidad de dicha persona.
¿Pero es eterna esa condena? La respuesta es NO.
Me gustaría invitar a la reflexión de qué aspectos
puedan estar enganchando a relaciones tóxicas. Qué motivaciones pueden haber
detrás de dichos patrones. No es mi intención hurgar gratuitamente en
cicatrices ni memorias dolorosas, pero sí convidar a un aprendizaje personal
que permita una mejor elección de pareja, así como para mejorar aspectos dentro
de una relación ya establecida.Está en nuestras manos la decisión de con quién
compartimos nuestra vida y cómo lo hacemos. De ahí la importancia de dar un
primer paso yreconocer la implicación psicológica propia.
Tras una apropiada exploración, que permita una
reflexión sobre las experiencias vividas y una comprensión que ofrezca una
coherencia, es especialmente importante tener una oportunidad de vincularse,
actuar o pensar de una forma distinta dentro de una relación significativa–como
una relación de apego seguro o una relación terapéutica, que permiten una
experiencia reparatoria y de regulación emocional–, ya que es la única forma de
imprimir experiencias emocionales correctoras en la memoria implícita.
El azar sigue actuando en la vida y existen nuevas
oportunidades de establecer distintos vínculos, pero desde luego la atracción
es mucho mayor hacia esos vínculos inadecuados, y no es una solución saltar de
relación en relación manteniendo el mismo lastre. En cada relación se abre una
ventana hacia el pasado, a lo experimentado en las relaciones a lo largo de la
vida. Se reviven y despiertan deseos y angustias, pero se brinda la posibilidad
de sanar, de realizar lo nunca vivido en un vínculo, de construir mutuamente lo
íntimamente anhelado.
Referencias bibliográficas
Bleichmar, H. (1997). Avances en Psicoterapia
Psicoanalítica. Hacia una técnica de intervenciones específicas. Barcelona:
Paidós Ibérica.Filippe dos Reis, H. (2016). La elección de objeto de amor desde
el enfoque Modular-Transformacional: el encuentro con el Otro. (Pendiente de
publicación)Freud, S. (1914). Recordar, repetir, elaborar.En Freud, S. (2007)
Obras Completas, Vol. XII. Buenos Aires: Editorial Amorrortu.Mitchell, S.
(1993) Conceptos relacionales en el psicoanálisis: una integración. Madrid : Siglo
XXI
Hugo Filippe
psiqueentelequia.com
https://compartiendoluzconsol.wordpress.com
19 de Setiembre 2016